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GABINETE DEL DIBUJO

Show Room en Casa Quemada (Octubre de 2014)
DIBUJAR (EN) EL PRESENTE

 

Dibujar puede ser una magnífica opción en tiempos de precariedad como los que nos toca vivir. El dibujo es, casi por inercia de la disciplina, magro y seco, anoréxico, prácticamente incorpóreo. Sin un organismo pesado que sostener, los dibujos resultan económicos, sobre todo al propio artista, y son tan ligeros: fáciles de transportar y almacenar, caben decenas en una carpeta. Pero son difíciles de hacer (no hay arte que comprometa más inteligencia que el dibujo, sentenciaba Valery), ofreciéndonos de la manera más inmediata, sin distorsiones, la verdadera medida del del artista. Delatan la profundidad de su pensamiento tanto como del potencial de sus ideas, y a través de ellos vislumbramos el modo de funcionamiento de su cabeza, como allí las nebulosas mentales, por extravagantes o sutiles que éstas sean, cobran el "cuerpo cierto" estrictamente necesario y se expresan en imagen. Cosa mentale, pues, como ya concluyó el Renacimiento tardío, que se encarna, cristaliza a través de los medios gráficos más inmediatos e inestables, quedando como el rastro de algo invisible hasta entonces. Es, por tanto, incluso el sismográfico más acusado de la sensibilidad de un artista, al captar y hacer presente el más débil indicio. Mejor cuanto más cercano al origen... Y es que dibujar es lo que más nos acerca a ese fondo oscuro, prácticamente insondable, que tanto intriga de la creación y del artista: la capacidad de pensar en imágenes. Degas lo tenía claro: "El dibujo no es la forma, es la manera de ver la forma". Y cuando ésta no se encuentra delante del artífice, también. la forma de lo político, la estructura de lo visual, la forma, incluso del mito o de la imaginación. Con su apertura (el dibujo nunca enuncia algo completo, pleno, rematado), su práctica supone también marcar el presente en una dirección abierta hacia un futuro que empezamos a pensar, individual o colectivamente. Tiene algo de visión, utopía, apuesta... Valga para demostrarlo el gabinete aquí reunido, que nos ofrece magníficos ejemplos salidos de las cabezas y de las manos de los nueve alumnos con más talento a los que he tenido el privilegio de dar clase en los últimos años: Ciprian Burete, María Chaves, Víctor Gutiérrez, Teresa López, Jan Matthews, Isabel Saiz, Sara Torrijos y Carmen Úbeda. Pasen y vean, les acompaño.



Óscar Alonso Molina [Madrid, septiembre de 2014]

 

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